El juego y la creatividad aportan beneficios en todas las etapas de vida y tienen un impacto positivo en la salud mental.
Jugar es una actividad comúnmente asociada a la niñez. De hecho, son ampliamente conocidos sus beneficios para el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños, por lo que se promueve que ellos y ellas participen en espacios lúdicos con sus padres y con adultos, ya que esto contribuye a su crecimiento. Sin embargo, los beneficios del juego en la vida adulta son menos conocidos, aunque igual de importantes.
El juego aporta al desarrollo integral de las personas en varios aspectos.
- En lo cognitivo: estimula la imaginación, la creatividad y la capacidad de resolver problemas.
- En lo social y emocional: fomenta la interacción, la cooperación y el respeto cuando se juega en grupo, y también promueve la reflexión, la gestión de emociones y la resiliencia cuando se juega en solitario.
- En lo físico: permite ejercitar el cuerpo y desarrollar habilidades psicomotoras.

Una actividad para todas las edades
Como se mencionó anteriormente, aunque se conoce bastante sobre la importancia del juego en la infancia, se habla poco sobre cómo esta actividad sigue siendo beneficiosa durante la adolescencia y la adultez. A continuación, exploramos su aporte en estas etapas de la vida:
La adolescencia
En esta etapa, el juego adquiere nuevas formas y complejidad, relacionadas con el momento vital y los cambios propios del desarrollo humano. Si bien la adolescencia favorece la vida social, desde una perspectiva individual, el juego se manifiesta como una actividad que permite el desarrollo de la identidad, la consolidación del autoconcepto, la autoestima y la autosuperación (asumir riesgos, probar límites, entre otros).
Desde la perspectiva social, además, fortalece la interacción, la colaboración, el respeto y tolerancia dentro del grupo. También refuerza el sentido de pertenencia, el ejercicio de distintos roles sociales y la vivencia de la libertad, ya que, con el paso de los años, los adolescentes requieren menos supervisión adulta.

La adultez
En la etapa adulta, el juego adquiere otras características y una nueva relevancia. No se trata de infantilizarse o “hacer prevalecer al niño interior”, como suele creerse, sino de reconocer que jugar tiene un papel fundamental en la calidad de vida y el bienestar físico y emocional.
A esta edad, el juego pasa de ser una actividad cotidiana y adquiere una intencionalidad y propósito, sin dejar de lado el disfrute que lo caracteriza. Se convierte en una oportunidad para socializar, relajarse o romper con la rutina laboral cargada de estrés y responsabilidades. Aunque la espontaneidad puede estar presente, el juego adulto tiende a ser más estructurado y planificado (como una reunión de juegos de mesa entre amigos o la práctica de un deporte).
De esta manera, se transforma en un escenario ideal para la conexión y el fortalecimiento de las relaciones, gracias a la interacción social y familiar en ambientes libres de la presión cotidiana.
Desde lo individual, el juego en la adultez ofrece un espacio para el descanso, la reflexión, la resiliencia y la expresión libre y espontánea. Asimismo, permite poner en práctica habilidades propias, ya sean cognitivas, motoras, creativas o sociales. Finalmente, jugar es una vía de expresión de la identidad individual, que no siempre se manifiesta en las interacciones cotidianas, como ocurre, por ejemplo, con el arte.
El juego abre las posibilidades para conectar desde lo auténtico, conversar jugando y encontrar en esas experiencias un genuino sentido de bienestar y paz.
¡Anímese a integrarlo en su rutina y a darle el espacio que se merece en su vida!