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Priorice la salud mental

Priorice la salud mental

Priorice la salud mental

Un aspecto que está en boga y que se puede alcanzar con buenos hábitos de vida.

La pandemia causada por el COVID 19 tuvo consecuencias en todos los ámbitos de la vida de las personas y las sociedades. Uno de ellos es, sin duda, la relevancia que cobró el tema de la salud mental y la evidencia de que, cuando se habla de bienestar y salud, no se puede dejar de lado nuestra vida psíquica y emocional.

El mundo contemporáneo se sostiene en la imagen, la presión y la demanda constante por cumplir expectativas propias y de los demás. En la consulta, escuchamos a personas de todas las edades, incluso niños y adolescentes, que se sienten agobiadas porque no tienen herramientas o posibilidades de enfrentar un “deber ser” que muchas veces no tiene fin y que está más allá de las propias capacidades económicas, sociales, de conocimiento o afectivas.

En ese contexto, hablar sobre salud mental, sobre la importancia de vivir relaciones saludables y construir redes de apoyo de personas cercanas y profesionales, es evidente. A continuación, proponemos algunas ideas, sostenidas en nuestras conversaciones terapéuticas, con consultantes de todas las edades, para cuidar nuestra salud mental.

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Cuidar de nuestra salud física

Somos mente y cuerpo. El cuerpo es vehículo que nos permite conectarnos con el mundo que nos rodea, con las personas y, también, con nosotros mismos. Cuidarlo, respetarlo, tener conciencia de él es básico para poder hablar de salud mental. Tener buena salud es el inicio para tener salud emocional.

1.Tiempo de descanso. Dormir profundamente, darse tiempo para un sueño reparador ayuda a estar alerta, concentrarnos, cumplir con nuestras tareas cotidianas con calidad y disfrutar de la vida. El sueño debe ser, para un adulto, de al menos seis horas y en espacios convenientemente oscuros y tranquilos, sin ruidos que sobresalten ni interrupciones. En niños, niñas y adolescentes, de al menos ocho horas.

2. Actividad física. Es común escuchar que hacer deporte o ir al gimnasio es favorable para la salud. Más que ejercitarse para tener una imagen acorde con las expectativas del mundo contemporáneo, se trata de canalizar la energía, sentir gusto y alegría con el ejercicio y experimentar las sensaciones corporales que una buena caminata al aire libre, salir en bicicleta o trotar (por ejemplo) hacen sentir.

3. Alimentación saludable La comida es la gasolina que nuestro cuerpo necesita para funcionar plenamente. Restringirse de comer (para “estar en forma”), hacer dietas extremas o comer de todo y a toda hora, son prácticas que no ayudan a tener un balance positivo para la salud. Por el contrario, tener conciencia de lo que como, disfrutar de la comida (que es un acto cultural, placentero y civilizatorio), darle tiempo y espacio al acto de comer, es parte de tener buena salud.

4. Evitar excesos o consumo de drogas. El alcohol, cigarrillo y otras substancias químicas o naturales, alteran el funcionamiento de nuestro cerebro, que es el “centro de comando” de nuestro cuerpo y su actividad. Es necesario tener en cuenta que el exceso en el consumo de estas substancias afecta, más tarde o temprano, nuestra salud física y emocional. Crea síntomas que generan sufrimiento y angustia.

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Cuidar de nuestras emociones y pensamientos

1. Destinar tiempo para uno mismo. Priorizarse, tenerse en cuenta, permitirse un tiempo para estar solo, darse un gusto, leer un libro, ir al cine, relajarse, mantener conversaciones relajadas y significativas ayuda a escuchar sus propios pensamientos, clarificar el presente y proyectarse al futuro.

2. Escucharse y conocerse uno mismo. Muchos filósofos, pensadores y líderes espirituales resaltan la importancia de escucharse y conocerse a uno mismo. Más allá de saber qué necesitamos o qué nos gustaría, el autoconocimiento consiste en reconocernos como seres en transformación, que cada etapa de nuestra vida nos implica crecimiento y que no somos siempre los mismos.

3. Reconocer nuestras limitaciones. El sabernos seres en transformación implica, también, aprender sobre nuestras limitaciones. No somos perfectos y muchas veces cometemos errores que afectan a los demás y a nosotros mismos. Saber hasta dónde podemos llegar o cuáles son nuestros límites también permite reconocer que precisamos ayuda y que no siempre sabemos cómo actuar o responder a las demandas de las personas y un mundo que está fuera de nosotros mismos.

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Cuidar de nuestras relaciones

1. Una vida social activa. Somos seres sociales, nos movemos en un mundo de relaciones y el contacto con otros es importante para la salud mental. Tener relaciones con pares (amigos y amigas) y con otras personas, además, permite que conozcamos más cosas, que podamos abrirnos a otras perspectivas y compartir nuestras formas de ver el mundo.

2. Fortalecer las relaciones cercanas. La salud mental se sostiene en relaciones saludables con amigos y familia y las relaciones son saludables cuando podemos conversar de todo sin miedo. No se trata de huir al conflicto, se trata de comunicarnos de forma franca, directa, respetuosa y amable con los demás; de abrir espacios para la escucha y para el diálogo, con interés y curiosidad, de hacer sentir al otro, y sentirse uno mismo, libre en las relaciones en las que participa.

3. Construir y fortalecer redes de apoyo. Reconocer que no podemos solos, que necesitamos de espacios en los que permitirnos ser vulnerables, y contar con personas que nos reciban abierta, respetuosa y amablemente, ayuda a tomar decisiones y mantener una salud mental adecuada. Una buena red de apoyo, con amigos, pareja o familia, fortalece la autoestima y ayuda a construir la autoconfianza. 

4. Acudir a un profesional de la salud mental. Contar con profesionales a los que acudir en caso de necesidad (psicólogos, terapeutas y psicoterapeutas, por ejemplo) es una decisión inteligente porque el espacio de terapia, cuando ofrece respeto, comprensión, una escucha profunda y sensible, aceptación de la diversidad, abre las perspectivas, permite fortalecer los recursos emocionales, aporta a la toma de decisiones y a la autonomía y genera bienestar común. Dialogar para conectarse y transformarse con responsabilidad, alegría, creatividad y libertad, da esperanzas; aporta para construir nuevos sentidos para la propia existencia.

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Maritza Crespo Balderrama, M.A. y Diego Tapia Figueroa, Ph.D.

Psicólogos clínicos
https://iryse.org/
09 8706 2628

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