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jueves 12 de diciembre de 2024

Dulces y saludables sueños

Dulces y saludables sueños

Dulces y saludables sueños

El insomnio le puede traer efectos perjudiciales a largo plazo. Mejore su salud con un descanso reparador y oportuno.

Dependiendo del contexto, las circunstancias y el momento vital que las personas estén atravesando, la falta de sueño puede convertirse en un problema de consecuencias severas. Más allá del cansancio físico y mental, que son los efectos obvios de no dormir bien, el insomnio, despertar constantemente, o las dificultades para conciliar el sueño pueden traer algunas afecciones psicológicas, físicas, laborales y relacionales, que afectarán la vida de manera significativa.

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Científicamente es conocido que una persona adulta necesita entre siete y ocho horas de sueño continuo para descansar. Mientras más joven es la persona, este número de horas debería aumentar porque es durante el sueño que nuestro cerebro hace el “mantenimiento” de las conexiones neuronales y renueva la energía necesaria para las funciones cotidianas que llevamos a cabo en la vida en vigilia. Además, el cuerpo necesita este período de descanso para renovar energías y poder desempeñarse de manera óptima.

Dormir bien implica más que descansar ocho horas. Significa mantener una rutina de sueño: dormir a la misma hora, no despertarse durante el descanso, no desvelarse y despertar con buen ánimo. Hacerlo tiene algunos beneficios que hay que tomar en cuenta:

  • Evita el sobrepeso, porque previene desarreglos hormonales que incrementan al apetito y ayuda al control de la ansiedad que lleva a ingerir alimentos (y calorías).
  • Aumenta la creatividad y productividad, puesto que los patrones saludables de sueño impactan en el comportamiento, la cognición y, sobre todo, en la concentración a la hora de estudiar o trabajar.
  • Cuida el corazón porque el sueño adecuado permite que la presión arterial se regule y previene enfermedades como derrame cerebral o enfermedades crónicas cardíacas.
  • Mejora la función inmune del cuerpo ya que el sistema inmunitario aprovecha las horas de sueño para regenerarse.
  • Mejora la salud emocional y disminuye el estrés. La falta de sueño se vincula estrechamente con la ansiedad y la depresión, además con una baja del estado anímico y la disminución de las capacidades psicoemocionales para afrontar los retos de la vida. Adicionalmente, la producción de melatonina y serotonina que se da durante el sueño es el mejor regulador del cortisol y adrenalina, las hormonas del estrés.
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¿Cómo sé si tengo insomnio?

El mundo contemporáneo está lleno de estímulos para estar despierto. Es común escuchar a padres y madres, en la consulta terapéutica, comentar que sus hijos e hijas adolescentes duermen poco, pasan largas horas conectados y tienen “el ritmo cambiado”.  Estos comportamientos fueron, sin duda, reforzados por el encierro al que nos obligó el COVID-19 y la oferta de entretenimiento y “conexión” a la que las personas se vieron expuestas durante los meses de confinamiento.

En este contexto, es importante entender qué es el insomnio y cuáles son sus principales síntomas para atenderlos a tiempo.

El insomnio es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “el problema al iniciar y/o mantener el sueño o la queja relativa a un sueño no reparador que se produce durante, como mínimo, tres noches por semana y se asocia con angustia o incapacidad diurna”. 

Esto significa que es una afectación recurrente de la capacidad personal para conciliar el sueño (no podemos dormir fácilmente), mantener el sueño (nos despertamos recurrentemente durante el descanso) o al finalizar el sueño (nos despertamos muy temprano), que nos afecta en el desempeño adecuado durante el día, perjudicando nuestra calidad de vida y la salud en general.

El insomnio puede presentarse a lo largo de la vida adulta de una forma aguda (pocos días o semanas) o como respuesta fisiológica y emocional a un acontecimiento que implica estrés o preocupaciones. Sin embargo, hay personas que lo sufren a largo plazo (crónico), durando meses o incluso años y suele estar asociado a otros problemas físicos, psicológicos o a la ingesta de medicamentos.

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Generalmente, la misma persona puede identificar si tiene o no un problema de insomnio, ya que los efectos son evidentes para uno mismo y para los demás: fatiga crónica, poca capacidad de concentración, disminución de la memoria, bajo estado de ánimo, irritabilidad, somnolencia, falta de apetito, recurrencia de accidentes o errores y, obviamente, preocupaciones constantes respecto al propio sueño.

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¿Qué puede causar o acrecentar el insomnio?

Hay algunos factores que pueden desencadenar insomnio o empeorarlo, entre ellos:

Algunos medicamentos como los antidepresivos, medicinas para el asma o la presión arterial pueden afectar la capacidad de descanso. De la misma manera, algunos medicamentos para las alergias o analgésicos pueden alterar el sueño, disminuirlo o incrementarlo. Por ello es importante siempre mirar los posibles efectos secundarios de toda medicina.

Algunas afecciones crónicas como la diabetes, cáncer, dolor crónico, el asma o incluso el Parkinson o el Alzheimer pueden presentarse con trastornos del sueño e insomnio.

El consumo de sustancias como la nicotina, el alcohol o la cafeína pueden afectar de diversas maneras el sueño, evitando la conciliación o impidiendo que se llegue a un descanso profundo, puesto que afectan el ciclo del sueño durante la noche.

Finalmente, la ansiedad, depresión, el estrés postraumático, asuntos emocionales-relacionales no resueltos con las personas significativas de la propia vida y otras afectaciones de la salud mental también suelen estar acompañados de alteraciones del sueño e insomnio.

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¿El insomnio viene con la edad?

Es poco común que niños y adolescentes sufran de insomnio. Muchos padres se preocupan porque sus hijos no logran conciliar el sueño al inicio de la noche o quieren permanecer despiertos por más tiempo y esto puede generar problemas en la relación y conflictos familiares. En la mayoría de los casos, más que insomnio crónico o agudo, se trata de que no tienen la voluntad de dormir por estímulos del entorno (celular, televisión, juegos o sucesos fuera de la rutina) y esto suele cambiar si se ponen límites -con criterio y responsabilidad- y se generan contextos favorables para el descanso.

Los estudios médicos que se han realizado afirman que el insomnio es más frecuente conforme envejecemos.

Conforme nuestro cuerpo se acerca a la tercera edad se pueden presentar alteraciones en el sueño y este se torna menos profundo y tranquilo. Es común despertarse varias veces a lo largo de la noche y perder el sueño cada vez más temprano en la mañana, con el consiguiente cansancio más temprano en la tarde/noche. Pero hay que tener en cuenta que los ancianos necesitan dormir, el mismo número de horas que una persona joven.

Además, la vejez suele estar acompañada de enfermedades para las que se requiere medicamentos que pueden generar insomnio, dolores agudos que evitan el descanso y menos actividad, lo que también afecta la calidad del sueño.

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¿Cuándo debo acudir a un especialista?

Es probable que una persona que ha perdido la facultad de conciliar o mantener el sueño de repente o por corto tiempo, no necesite recurrir a un especialista. Con cambios mínimos en su rutina y con la adquisición de nuevos y mejores hábitos, el sueño puede volver a su estado natural. Algunas buenas prácticas son:

  • Ingerir menos comida antes de dormir y hasta máximo las 19:00 puede ser una buena idea para conciliar el sueño más fácilmente.
  • Una ducha tibia antes de dormir.
  • Darse una hora de tranquilidad, relajamiento y cambio en la rutina laboral antes de acostarse.
  • Leer ayuda a despejar la mente y conciliar el sueño fácilmente.
  • Evitar las pantallas (sobre todo del celular y la computadora) y los sonidos estridentes cuando estamos dispuestos al sueño.

Si, por el contrario, es evidente que aún cambiando la rutina los problemas de conciliación, mantenimiento y despertar continúan, puede ser buena idea acudir a un especialista que pueda llevar a cabo estudios y proponer tratamientos más específicos. 

De la misma manera, acudir a terapia psicológica para la toma de decisiones, resolver conflictos o poner en palabras las situaciones que nos aquejan (lo no dicho tiraniza la vida de las personas) es una buena manera de comenzar a resolver este problema.

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Maritza Crespo Balderrama, M.A. y Diego Tapia Figueroa, Ph.D

Psicólogos Clínicos
0987062628
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Comentarios

11 respuestas

  1. Gracias por compartir tan buenos consejos las personas conforme avanzamos en edad tenemos más problemas de salud y muchas veces no sabemos adonde acudir los consejos suyos sirven de guía y especialmente este tema de insomnio.
    Gracias

    1. Estimad@, que gusto saber que este artículo es de su agrado. Esperamos que siga navegando en la Maxi Online y comparta con sus conocidos los temas de interés.

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  2. Todos los articulos de la revista muy buenos.nos ayudan a saber cosas que no sabiamos gracias. Sigan.adelante.

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