martes 16 de abril de 2024

Concepciones culturales sobre la sexualidad femenina

Concepciones culturales sobre la sexualidad femenina

Concepciones culturales sobre la sexualidad femenina

Es un aspecto de la vida que está marcado, de muchas maneras, por la cultura en la que las personas se desenvuelven.

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Revista Maxi, en colaboración con Five, presenta esta sección especial de sexualidad responsable, que pretende educar y fomentar el bienestar, tanto de mujeres como de hombres, en relación a su sexualidad. Comparta estos contenidos elaborados por dos expertos en el tema y úselos como una guía para usted y su familia.

Al hablar de la sexualidad, las concepciones de lo que es adecuado o no y cómo deben ser los hombres y las mujeres, cómo actúan y qué es lo apropiado para ellos y ellas, están determinadas por aspectos como: la religión, la historia, la educación y las costumbres. Está demostrado que la sexualidad es una construcción social y cultural.

En este nuevo artículo hablaremos de cómo las concepciones culturales han marcado la forma de ser mujer y cómo se están dando procesos de transformación significativos en distintos aspectos vinculados con la sexualidad de las mujeres.

Ideas y creencias sobre lo femenino

Lo femenino y lo masculino son concepciones sostenidas desde la perspectiva del género. Hay diferencias notables entre sexo y género:

SEXOGÉNERO
BiológicoCultural
Transmisión genéticaSe aprende
Diferenciación sexual entre hombres y mujeresDiferenciación entre lo masculino y lo femenino
Estable en el tiempoSe modifica según el tiempo.

Cuando hablamos de “lo femenino” estamos entrando en el mundo de las “creencias”. Hay una diferencia clara entre lo que es una idea y una creencia. Las ideas son los conocimientos que adquirimos a partir de la razón, los argumentos y las explicaciones que nos hacemos a partir de la investigación. Por otro lado, las creencias son supuestos que nos permiten acercarnos a la realidad, organizarla y finalmente, valorarla. Las creencias se aprenden por medio del ejemplo, los mensajes comunicacionales, los discursos que escuchamos desde niños y por los comportamientos que miramos, repetimos y que asumimos como “obvios”.

Si aprendimos, entonces, que una mujer debe comportarse, o se comporta de determinada manera, en contraste a cómo se comporta un hombre, estamos hablando de creencias culturales que son reforzadas por instancias tan importantes como los medios de comunicación, las instituciones educativas y su discurso pedagógico, las iglesias y su concepción moral de lo que es o no propio de una mujer, entre otros aspectos.

Característica de lo femenino en nuestra cultura

En nuestro contexto latinoamericano, marcado -todavía- por la lógica religiosa, es común escuchar que las características más relevantes femeninas en relación a la sexualidad son:

abnegadas

Abnegadas. Sacrificar sus intereses por un motivo altruista, como el bienestar de los hijos o el esposo. Es muy común escuchar que la mujer es “el descanso del guerrero” y la responsable de “mantener el hogar y la unión familiar”.

apasionada

Apasionadas y posesivas. Dejarse dominar por la pasión, casi siempre vinculada con lo romántico, y dominadas por los celos, la dependencia o la posesión del hombre.

fieles

Fieles. Constantes en los afectos y el amor.

responsables

Responsables. Sobre todo, en cuanto al cuidado del hogar y la dedicación incondicional a la familia.

recatada

Recatadas. Que no parezcan indecorosas o provocativas, lo que implica que no demuestren sus propios deseos.

coquetas

Coquetas. Ser amable, agradable, disponible y simpática con el sexo opuesto.

pasiva

Pasivas. Sin iniciativa propia, que no se movilizan a la acción, sino que esperan, más bien un acercamiento por parte del hombre.

Estas creencias sobre lo femenino van a determinar la forma en la que las mujeres, desde niñas, aprenden a comportarse “femeninamente” y serán fundamentales al momento de vivir su sexualidad.

Una mujer “femenina”, entonces, será una mujer de la que la cultura y sociedad espera que se mantenga fiel y “virgen” hasta el matrimonio; que no demuestre mayor interés por el sexo o su propia satisfacción y que se sienta contenta y satisfecha cuando haya logrado encontrar a un hombre que pueda cumplir sus expectativas y las de su familia. 

Desde estas formas de mirar lo femenino y a las mujeres, el acto sexual entre hombre y mujer, sobre todo hasta hace algunas décadas, estaba determinado exclusivamente por la procreación, como fin primero y privilegiado. Un discurso común entre los hombres era: “si quiero estar con una mujer para tener hijos y formar una familia, es una mujer ‘de bien’. Si, por el contrario, solo quiero tener sexo para sentir placer, esa mujer no es candidata para casarme con ella”.  

Con el paso del tiempo estas concepciones, aunque se mantienen en el ámbito privado, se escuchan menos en el ámbito de lo público, porque con el avance del feminismo y el discurso de los derechos humanos, hombres que hablan así serían catalogados de machistas o retrógrados.

Las miradas contemporáneas sobre lo femenino incluyen el reconocimiento de la necesaria independencia económica y del derecho a la consecución de proyectos personales y laborales. También una mirada más benevolente sobre el derecho que las mujeres tienen de decir y actuar de la manera que crean necesario. Sin embargo, todavía el aspecto de la sexualidad sigue ubicándose como un ámbito en el que la mujer no puede decidir con autonomía e independencia, con su propio criterio y de acuerdo a sus deseos y necesidades legítimos.

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Los retos de la sexualidad femenina en el siglo XXI

Hablar de la sexualidad femenina en el mundo contemporáneo es tratar temas variados y reconocer que una sociedad justa y democrática será la que respeta el derecho de las mujeres a vivir su sexualidad de la manera en que consideren que es apropiado para cada una. Esto es, sin duda, todavía una utopía. Sin embargo, se están dando cambios importantes como consecuencia de los avances que han logrado las mujeres en el ejercicio de sus derechos.

Quizás uno de los retos más notables que tienen las mujeres en el contexto contemporáneo, en relación a su sexualidad, es el reconocimiento de la propia libertad de elegir cuándo y cómo vivirla. En el Ecuador del 2022 siguen pesando concepciones morales sostenidas en los parámetros culturales que plantean que son los hombres los que, por ejemplo, deben iniciar el acercamiento amoroso, o que una mujer tenga relaciones sexuales antes del matrimonio es inapropiado. 

La llamada “virginidad” es un hecho que toma valor supremo para la cultura y la familia en relación a las mujeres, y esto conlleva que no haya una correcta y oportuna educación sexual. La sociedad da por hecho que una mujer debe ser “virgen” hasta el matrimonio y no acepta la posibilidad de que esto sea una elección y no una imposición. Desconociendo, también, la realidad que indica que el promedio de edad para la primera relación sexual en mujeres ecuatorianas es de 17. 9 años, mientras que la primera unión o casamiento se da en promedio a los 20, 5 años entre las mujeres en nuestro país, según una encuesta de ENSANUT/INEC, 2018.

Un segundo reto es el evidente desconocimiento que las mujeres tienen sobre su propio cuerpo, sobre sus órganos reproductivos y, sobre todo, sobre los que están vinculados con sentir placer. El tabú sobre el cuerpo de la mujer, el que ellas mismas consideren su cuerpo un tabú, lleva a perpetuar el sometimiento al deseo masculino y la postergación constante del propio deseo.

El que las propias mujeres reconozcan la importancia de conocer su cuerpo y aprendan cómo vivir el deseo y el placer generará maneras más saludables de vivir la propia sexualidad.

Otro de los retos a los que se enfrentan las mujeres, en el ámbito de la sexualidad, es el de su expresión. El mundo contemporáneo todavía se maneja entre dos extremos frente a la expresión de la sexualidad femenina: o es censurada por inadecuada o es sobre expuesta (con fines comerciales, por lo general), sin ningún tipo de filtro o de criterio vinculado con los derechos humanos propios y de los demás.

La forma de vestir, hablar, actuar o, incluso, llevar el cabello de las mujeres está influida no solamente por las tendencias de la moda, sino, sobre todo, por concepciones y creencias morales que catalogan, juzgan y etiquetan a las mujeres. Es común escuchar todavía que una mujer con cabello largo es más femenina, o que los tatuajes no son para mujeres. Por otro lado, observamos en los medios de comunicación masiva cómo las mujeres se ven sobreexpuestas con vestimenta provocativa, sensual y llamativa como una forma para vender un producto o marca.

Las formas de expresar la sexualidad han ido cambiando más rápidamente que las concepciones de lo correcto o incorrecto en sociedades como la nuestra.

Finalmente, otro reto al que las mujeres se enfrentan en la actualidad tiene que ver con la apropiación y la toma de decisiones sobre sí mismas, su cuerpo y la violencia sexual a las que se ven sometidas cotidianamente. 

Realidades como el abuso sexual son evidencia de esto. El Análisis Rápido de Género (ARG) llevado a cabo por organizaciones nacionales e internacionales en el 2021 (CARE, World Vision, Plan Internacional y el PMA -Programa Mundial de Alimentos-) sostiene que el 12% de adolescentes ecuatorianas han estado embarazadas al menos una vez y el 78% de estos embarazos se registran entre los 10 y 14 años. El 80% de estos embarazos son consecuencia de abusos sexuales.

El solo planteamiento de una sexualidad femenina libre, plena y saludable, en sociedades como la nuestra todavía llama la atención y está sometido a cuestionamientos surgidos de los prejuicios, el moralismo y el machismo arraigado en la cultura. Mientras las mujeres sientan y piensen que vivir su sexualidad de forma libre, responsable y placentera va contra su cultura familiar, comunitaria y contra ellas mismas, no se podrá decir que las mujeres viven plenamente sus derechos. 

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Maritza Crespo Balderrama, M.A. y Diego Tapia Figueroa

Ph.D. Psicólogos Clínicos
098 706 2628

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Comentarios

Un comentario

  1. Como afirma la antropóloga Helen Fisher: «Estamos viviendo una época, tal vez la única en toda la historia de la evolución humana, en la que un gran número de personas, especialmente los intelectuales y la academia, están convencidos de que ambos sexos son prácticamente iguales. Prefieren ignorar la creciente bibliografía que demuestra científicamente la existencia de diferencias genéticas heredadas y mantienen en su lugar que hombres y mujeres nacen como hojas en blanco, en las que las experiencias de la infancia marcan la aparición de las personalidades masculina o femenina»

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