Ser madre sin ‘quemarse’

Ser madre sin ‘quemarse’

Ser madre sin ‘quemarse’

El burnout o Síndrome de Estar Quemado es una de las situaciones que experimentan personas en todo el mundo.

 

Esta condición va más allá del exceso de trabajo laboral y de las ansias de perfeccionismo. Las mujeres, que además realizan quehaceres dentro del hogar, también se ven afectadas emocionalmente. La casa dejó de ser un lugar para el descanso, la protección y la seguridad. Se ha convertido en un espacio de doble jornada de trabajo y desgaste psicológico. Identificar los síntomas y formas oportunas para manejar esta circunstancia se puede lograr.

El burnout se dispara por la excesiva carga que producen las demandas laborales, las de hijos, la pareja y las de sí misma.

Determine los factores de desgaste

Humanamente es difícil asumir responsabilidades laborales sin límites, sobre todo si se considera el duro trabajo que implica estar en casa realizando tareas domésticas para las cuales, con frecuencia, no se cuenta con la colaboración cotidiana de los demás integrantes de la familia. El cansancio que produce esta rutina nos puede poner en riesgo de que nos “quememos” y agotemos la energía que tenemos.

Las sociedades contemporáneas valoran positivamente a las personas que dedican más y más tiempo a sus trabajos. Se alaba la entrega de la trabajadora y se premia su lealtad y disponibilidad en todo momento.

Sin embargo, socialmente no se reconoce ni se valora el trabajo adicional que muchas mujeres tienen en el ámbito privado, el cual, hasta ahora, no tiene una remuneración económica justa. Es algo que deja en condiciones de vulnerabilidad a tantas amas de casa o jefas del hogar.

Una de las principales formas, que se ponen en juego para prevenir el burnout de las madres de familia es el contar con las condiciones que les permitan hacer el trabajo, dentro y fuera de casa, de forma solidaria, ofreciéndoles apoyo y respeto.

Deben contar con todo lo necesario para hacer de sus labores una actividad productiva, que sea reconocida y valorada humana y económicamente. Que les haga sentirse realizadas personal y profesionalmente. Cuando esto suceda, el bienestar de toda la familia será una realidad. Si las madres de familia están bien, tanto física como emocionalmente, toda la familia también lo estará.

Para prevenir el burnout

El Síndrome de Estar Quemado necesita de soluciones creativas y valientes por parte de las madres de familia y de los actores de su entorno. Son sus allegados quienes deben hacerles concienciar de que poseen los recursos, fortalezas, experiencia y capacidades para desarrollar y disfrutar con paz, alegría y libertad sus responsabilidades. Se deben generar relaciones sociales diferentes para una comunicación positiva.

  • 1. Lo primero que pueden considerar las madres es que está bien pedir y aceptar la colaboración y ayuda oportunas. Lo óptimo es reconocer que no se “les ayuda” con las tareas de casa, sino que cada integrante de la familia asume la parte de responsabilidad que le corresponde. Hay que ser flexibles, respetuosos y reconocer el aporte de cada miembro.
  • 2. Permitir que las madres expresen, tanto en el espacio laboral como en el familiar, sus pensamientos, sentimientos y emociones, dentro de relaciones de confianza, es fundamental para prevenir una situación de este tipo.
  • 3. Es útil modificar las expectativas que tienen las trabajadoras sobre los resultados de su quehacer, buscando un punto intermedio, más cercano a la realidad y reconociendo los contextos y las circunstancias en las que vivimos. Poner en juego los recursos internos, de forma dosificada y aceptar que, por más que nos esforcemos, hay cosas que están fuera de nuestro control.
  • 4. Reconocer que tenemos límites, que podemos fallar y que el error puede generar aprendizaje y crecimiento es algo necesario para sostenernos en el mundo laboral y familiar. Contar con personas y grupos que se conviertan en una red de apoyo es decisivo para evitar que el agotamiento consuma o frustre. El objetivo a largo plazo siempre será vivir con bienestar y alegría.

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Diego Tapia F. y Maritza Crespo.

Psicólogos Clínicos
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