viernes 29 de marzo de 2024

Alferecía: más que un berrinche

Alferecía: más que un berrinche

Alferecía: más que un berrinche

La sobreprotección es una de las causas más frecuentes para que se presenten este tipo de ataques.

El llanto es una manifestación natural de los niños, pero si se torna incontenible y además dejan de respirar por unos segundos, la tonalidad de su cara cambia de color y pierden la conciencia, podemos estar ante un ataque de alferecía o espasmo del sollozo.
También se los conoce como episodios de cese de la respiración y son eventos paroxísticos no epilépticos que se presentan en alrededor de 4% de niños menores de 5 años. Empiezan habitualmente durante el primer año de vida y pueden durar hasta los 6 años, explica el doctor Jorge Pesantes, neurólogo clínico. Aunque son inquietantes para quienes los presencien, no representan ningún riesgo serio para la salud. No están asociados con la posibilidad de desarrollar epilepsia.

El tratamiento óptimo es modificar las conductas que generan las reacciones emocionales que desencadenan estos episodios.

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Tipos

Cianóticos: Son más frecuentes durante el segundo o tercer año de vida. Existe el antecedente de que el niño está asustado o frustrado o puede haber sufrido un traumatismo leve y empieza a llorar vigorosamente. Luego, en forma súbita deja de respirar por pocos segundos, se pone cianótico (de color azulado) y pierde la conciencia, por menos de 1 minuto. Cuando la recobra, retoma la actividad que estaba realizando de manera inmediata.

Pálidos: El llanto habitualmente está ausente o es mínimo y se recobra muy rápido la conciencia. El episodio dura menos de un minuto y puede presentar convulsiones secundarias. Las dos formas de espasmos del sollozo se presentan como resultado de cambios reflejos que disminuyen el flujo sanguíneo cerebral. Incluso puede haber cese o suspensión de la respiración en inspiración, disminución del retorno venoso al tórax con disminución del flujo cardiaco.

¿Por qué y cómo sucede?

Se produce ante un estímulo negativo y los niños explotan con una crisis exagerada de llanto que puede durar entre 5 y 10 segundos. Repentinamente, cortan el llanto y suspenden la respiración, segundos después su rostro empalidece o contrariamente se ponen cianóticos (azules o morados), pueden adquirir posiciones de acidez o estar acompañados por varias sacudidas del cuerpo, especialmente de los miembros superiores e inferiores. Ocasionalmente, se pueden orinar, incluso llegar a la pérdida momentánea del conocimiento. Posterior al espasmo, no hay confusión y el niño queda muy tranquilo.

Guerra a la alferecía

NInA_LLORA revista maxiLa sobreprotección es, en la mayoría de los casos (95%), la causa para esta alteración. Los padres deben tomar medidas para lograr independencia del niño en sus actividades personales y sociales. Tratar de que se vista solo, lo propio en el aseo y la alimentación. Atender de igual manera a todos los hijos, no hay razón para tener hijos preferidos. Si el niño es único, no es justificable exagerar las manifestaciones de afecto. Puede salir ocasionalmente de casa, dejándole al cuidado de familiares cercanos. Se sugiere dejarlo en una guardería de 1 a 2 horas diarias.

¿Cómo manejarlo?

La forma en la que los padres actúen en el primer espasmo es fundamental. Si usted mantiene la tranquilidad, le abre los brazos hasta la altura de los hombros, de 2 a 3 veces seguidas, y pronuncia el nombre del niño en un tono de voz elevado, es suficiente.

Evite sacudirlo, ya que está en una postura ácida y puede lesionarle algún miembro o la columna vertebral. El secreto es mantener la calma, si el niño no logra conseguir con este espasmo su propósito, pronto desaparecerá y usted no pasará angustias interminables. Lo que sí debe tener en cuenta es que no tenga comida o algún objeto en la boca que suponga un riesgo de atragantarse.

Prevenir los espasmos

Una vez que los niños desarrollan mejores habilidades para enfrentar las situaciones difíciles, suelen superar los espasmos de sollozos. Pero, mientras tanto, los padres pueden encontrar una manera de educarlo para que no se provoque otro ataque.

Su pediatra puede contribuir a lograr este delicado equilibrio, ayudándole a encontrar mejores estrategias para enfrentar estas situaciones. Intente no ceder ante las rabietas y el comportamiento obstinado; los niños pequeños necesitan límites y normas para sentirse seguros y mantener un equilibrio emocional.

Con la experiencia y la ayuda de su pediatra, aprenderá cómo actuar cuando se produzca un espasmo del sollozo y a proporcionarle a su hijo un ambiente seguro y estable hasta que los supere. En algunos casos es necesario un tratamiento conjunto con el neurólogo.

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